martes, 27 de noviembre de 2007

Contradicciones internas: el apasionante mundo del automóvil y yo

Puede resultar extraño, pero no quiero un coche ni aunque me lo regalen. Y digo que puede resultar extraño, porque soy una persona a la que le encantan los coches: desde que tengo memoria, sigo la fórmula uno y casi todas las competiciones de motor, estoy al tanto de todas las novedades del mercado, uno de mis programas favoritos es Top Gear (del que ya he hablado en alguna ocasión), e incluso cuando era un crío, me aprendí todos los modelos del mercado, con sus correspondientes precios, casi de forma compulsiva.

Y sin embargo, no tengo coche -ni lo quiero-, ni tampoco es que me guste especialmente conducir. Y tiene una explicación muy sencilla: el coche es una máquina de quemar dinero, literalmente. Porque eso haces con la gasolina que le pones, pero también lo haces con lo que te gastas en seguros, impuestos y pijadas varias que le puedes poner (y no estoy hablando del truñing, que eso es tema aparte, y sobre lo que ya nos ilustró Coco con sus magníficas lecciones).

Así pues, creo que voy a seguir haciéndole caso a mi cabeza, en lugar de a mi testiculina, y seguiré moviéndome en transporte público, o si se da la oportunidad, en bici, que es más barato y más sano.


Abajo el coche!!! (por lo menos hasta que tenga uno ;-)

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