lunes, 17 de marzo de 2008

El cubículo definitivo

Si alguien que lea esto trabaja en un gran oficina, o ha leído alguna vez las tiras de Dilbert, sabrá que trabajar en un pequeño cubículo puede ser algo un tanto deprimente. Por el poco espacio, por lo impersonal de éste, y porque siempre hay necesidades que no se pueden satisfacer en el trabajo como es debido.

Por eso, hace unos años, Scott Adams, creador de Dilbert, se juntó con unos cuantos diseñadores para parir lo que se podría denominar como “el cubículo definitivo”. Su objetivo: que el lugar de trabajo sea un sitio más acogedor. Para ello, la clave estaba en dar respuestas a las necesidades básicas de cualquier persona a la hora de trabajar: comer, dormir y evitar al jefe.


Un punching ball con la cara del jefe, siempre a mano para aliviar tensiones.


Para ello, dieron con una arquitectura modular en la que cada uno de los módulos da respuesta a cada una de estas necesidades: desde un pequeño módulo-pecera, para sentirnos un poco más acompañados, a una hamaca para poder echarnos una siesta en condiciones, pasando por huecos escondidos para que los compañeros no te manguen el almuerzo de la nevera comunitaria, o un asiento para las visitas, programado para que el teléfono suene como si se tuviera una llamada urgente, dándonos una excusa para dar puerta a las visitas pesadas que puedan surgir.


También, para dar una menor sensación de “encierro”, cuenta con una pantalla que proyecta los paisajes que se quieran, siempre con un ojo puesto en si el jefe entra o sale de su despacho, para que no nos coja en un renuncio; además, tiene una serie de módulos que proyectan una luz anaranjada que va moviendose durante el día, para dar la sensación de que el sol está dentro de la oficina.


El cubículo de marras


Y para el café de la mañana, o el refresco de la tarde, también han colocado un pequeño chisme que calienta o enfría las bebidas, de manera que se mantengan a una temperatura conveniente.


En definitiva, un lugar ideal para trabajar, o casi para trabajar un poco menos, pero mucho más a gusto. Y lo mejor de todo es que, al ser totalmente modular, se puede configurar como queramos, quitando o poniendo sus diferentes partes como mejor nos venga.


Cuando sea mayor, quiero que mi lugar de trabajo (incluso mi casa) se parezca un poco a esto, a poder ser sin tener que hipotecarme los dos riñones y el bazo.


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