El otro día estaba viendo el telediario, y como siempre que salen por los campos de España a alguna inauguración, entrega de premios o acontecimiento genérico, allá que estaban los príncipes poniendo buena cara a todo el mundo. Y yo pensaba: joer, tiene que ser jodido que te den de probar cualquier esquisitez de la comarca en cuestión, y poner buena cara aunque sepa a rayos fritos. O tener que aguantar al reporterillo pesado de turno, gritando como un descosido entre la multitud, poniéndote en el morro un micrófono mientras te hace preguntas incoherentes. ¡Y encima si no le respondes, una cuadrilla de gañanes te ponen a parir!
Claro está, que después de ese momento de enajenación, volví a mi ser habitual, y otros pensamientos borraron de golpe los anteriores. Porque que te den de todo por la cara, aunque no te guste, bien vale una misa, que diría aquel. Y vivir del cuento el resto de tu vida, en una mansión de la que se podrían sacar dos docenas de pisos de buen tamaño, pues también tiene su cosa. O tener un escuadrón de guardaespaldas dispuestos a partirles las piernas al periodistilla tocahuevos de turno si hiciera falta, para que entonces tuvieran una razón de verdad para ponerte a parir. O que el trabajo más difícil que tengas que hacer sea leer sin atragantarte y sin perder la voz (cosa que hay veces que no consiguen, mira tú que cosas). O poder dedicar tu tiempo libre a lo que quieras, practicando un deporte que está solo al alcance de gente como tú. Sobre todo cuando puedes tener tiempo de ocio cuando te apetezca. Y además puedes chingar cual conejo en celo sin temor a tener hijos, porque total, ya habrá quien pague los gastos.
No sé si ha quedado claro, pero hay instituciones que, sinceramente, si desparecieran no pasaría absolutamente nada, y que no me vengan con el rollo de que son nuestros mejores embajadores ni historias de esas.
PD: Estas líneas fueron escritas antes de que la mujer del casco de laca le sonsacara sus opiniones a la reina, así que esta entrada NO tiene nada que ver con eso, ¿capisci?
martes, 4 de noviembre de 2008
Enajenación monárquica transitoria
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