Decir que los niños tienen influencia a la hora de elegir que se compra y que no en una casa, no es nada nuevo. Lo que quizás sí lo es, es el marketing que en los últimos años se ha ido especializando en captar la atención de los más pequeños de la casa. Y no solo para los productos destinados para los niños, si no que se les considera muy importantes a la hora de conseguir influenciar a sus padres, además de que se les capta como futuros clientes adultos.
Pero vayamos por partes. ¿Por qué se ha creado un mercado tan importante para niños? Pues por dos razones principales: hay menos hijos por familia, lo que se combina con el hecho de que en muchas familias ambos padres trabajan, por lo que hay más dinero para gastar; y enlazando con éste, encontramos el sentimiento de culpa de los propios padres al no poder dedicarles más tiempo, y que intentan contrarrestar a base de “comprar” el cariño de sus retoños.
En cuanto a cómo los niños ejercen ese “poder” de persuasión, tenemos dos vertientes: la “pesada”, en la que el crío da la vara todo lo que puede para conseguir lo que quiere; y una segunda, en la que no tiene que ver el tanto el deseo del hijo como el hecho de querer dar lo mejor a éste por parte de unos padres que, como decía, no le dedican el tiempo que deberían.
El problema principal que se plantea con este tipo de marketing es que, de alguna manera, quienes “traman” las campañas de márketing dirigidas a niños conocen perfectamente el desarrollo emocional, social y mental de estos, llegando al punto de poder, en cierto modo, “manipular” al niño para crear una necesidad que no existe, o persuadirlo de comprar uno u otro producto.
En cuanto a las formas de hacer esto, son de lo más variopinto: dirigir anuncios teóricamente para adultos al sector infantil, para crear en ellos la noción de “marca”, como puede ser el caso de empresas como Nike, que recordarán hasta su edad adulta, momento en el que se volverán clientes de la misma (a poder ser, durante el resto de su vida); “patrocinar” a aquellos niños más “modernos”, por decirlo de alguna manera, para que influyan en los niños que les rodean (también conocido como “buzz marketing”); introducirse en las escuelas, con promociones o concursos, o patrocinando material escolar (aunque esto es más un fenómeno americano, donde marcas como Pizza Hut o Coca-Cola son directamente proveedoras en los comedores escolares); utilizar los canales temáticos para niños, como Nickelodeon y similares para lanzar agresivas campañas de márketing, etc.
En definitiva, que se está optando por influenciar antes al hijo que a los padres, aunque sean estos los destinatarios finales del producto a vender, lo que choca con los planteamientos éticos actuales, que tratan de proteger a toda costa a los menores. Veremos en que queda todo esto.
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