Let's get ready to rumble!!! *

En las últimas semanas, varios periódicos (1 y 2) se han hecho eco de la gran afición que existe entre los mozalbetes que pueblan las escuelas aragonesas. Y claro, tanto les gusta, que les ha dado por imitar a sus ídolos, con lo que ello supone: algún brazo partido, algún diente mellado, y una legión de padres desocupados pidiendo que se dejara el programa de marras de emitir en horario infantil.

Pero claro, lo que para unos es algo negativo, para otros puede serlo positivo. Con esto me refiero a esta nueva hornada de pseudo-educadores, para los que la homosexualidad no es otra cosa que “ una desorientación, una deformacón, algo que se debe curar porque no encaja con el diseño natural, tan nociva como el alcoholismo o la drogadiccion”, en palabras de uno de sus líderes, un tal Marcos Zapata, y que por lo tanto, tiene una cura más o menos “científica”. El caso es que para este colectivo, una vacuna para la homosexualidad es que los niños a la hora de jugar, estos adapten roles masculinos y practiquen deportes “de hombres”, entre los que ocupa un lugar especial la lucha libre.

Pero, ¿es realmente la lucha libre un deporte de hombres? A primera vista puede parecer que sí, pero si te empiezas a fijar en los detalles, la cosa empieza a cambiar. Porque a ver, un hombre “de verdad”, ¿se vestiría con un modelito como éste?


Además del modelito, está el tema del moreno playero que lucen los luchadores, o las cantidades ingentes de aceite con que se embadurnan para salir al cuadrilátero y lucir músculos. Por no hablar del tufillo gay que desprenden esos gimnasios llenos de moles cuyos testículos son del tamaño de garbanzos, de tanto anabolizante que se meten en el cuerpo.

Y es que en definitiva, la lucha libre es un poco como el ballet (algo que no suele estar en los rankings de deportes “de hombres”), ya que si alguien pierde el paso en la coreografía, queda a la altura del betún:



(*) Lo que traducido al castellano, sería algo así como "Hay payo, vamonos de rumbas!!".