lunes, 23 de junio de 2008

A Evaristo Mejide

Parece que la última edición de Operación Triunfo da sus últimos coletazos (última por orden, no porque no vayan a volver a hacerla, que me temo que sí), lo cual es de agradecer. Aunque para ser supuestamente un programa para lanzar a nuevos cantantes al estrellato, esta vez el protagonista ha sido otro, el publicista Evaristo Mejide. Y sí, lo voy a llamar así, porque me imagino que es su verdadero nombre, y porque sinceramente creo que “Risto” es un personaje que, como buen publicista, se ha encargado de crear y llevar, sin duda, a lo más alto.

¿La receta? Bien sencilla: en un país en el que la envidia es el deporte nacional, tener un “representante” en un jurado de un concurso de televisión que se encargue de poner de vuelta y media a los concursantes de turno es sinónimo de éxito: ya sea porque diga lo que estás pensando sobre ese concursante, o incluso supere tus peores deseos para el tipo en cuestión, o porque te disguste sobremanera como se meten con tu favorito, el personal se queda pegado a la tele hasta las tantas, solo para saber que dice “Risto”.

Si a eso se le añaden riñas con otros componentes de “la academia” (que no creo que merezca el nombre, pero bueno) prácticamente guionizadas y preparadas de antemano, la salsa para el reality está servida.

Lo malo es que al final, en vista del éxito del personaje, aparecerán “Ristos” a diestro y siniestro en todo reality que se precie, e intentarán exprimir la gallina de los huevos de oro como lo está haciendo Evaristo: libro, apariciones en diversos programas de televisión y radio... lo que se tercie, vamos.

¿El final? Como publicista, Evaristo Mejide lo debería saber. Quedar convertido en un estereotipo más que ni siquiera inventó (el honor es de Simon Cowell), pero que se ha encargado de perfeccionar: El hijoputa del jurado.



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